El gesto creador
Lic. Carlos Churba
No es todavía una idea.
No es aún una forma.
Es un gesto.
Un leve movimiento interior que dice sí antes de saber a qué.
Crear no comienza cuando hacemos.
Comienza cuando escuchamos.
Cuando el mundo deja de ser un objeto frente a nosotros y se vuelve interlocutor.
Cuando algo nos llama —sin palabras— y aceptamos demorarnos en ese llamado.
Ese es el umbral.
Toda vida humana está atravesada por actos de creación.
Algunos visibles.
Otros mínimos.
Otros silenciosos.
Una palabra dicha a tiempo.
Un desvío.
Una renuncia.
Una forma distinta de mirar.
Nada de eso es neutro.
Porque lo creado permanece.
Aquí aparece una intuición decisiva:
lo que se crea no puede descrearse.
Puede olvidarse.
Puede ocultarse.
Puede negarse.
Pero no desaparecer del todo.
Lo creado entra en la trama del mundo.
Y desde allí sigue actuando.
Por eso este libro no trata solo de creatividad.
Trata de responsabilidad ontológica.
Durante mucho tiempo asociamos crear con producir:
más rápido, más eficiente, más visible.
Pero crear no es fabricar.
Crear es poner en relación.
Relación con uno mismo.
Relación con los otros.
Relación con el mundo.
Relación que no busca dominar, sino responder.
Aquí la creatividad se vuelve ética.
Cuando creamos sin escucha, violentamos.
Cuando creamos sin demora, dañamos.
Cuando creamos sin conciencia, multiplicamos ruido.
A esto lo llamaremos más adelante creación dañina.
Frente a ello, proponemos otra vía: Crealogar.
Crear dialogando.
Crear escuchando.
Crear dejando que el mundo también nos cree.
Crealogar no es un método.
Es una disposición.
Una forma de estar.
Aceptar que no somos el origen absoluto.
Aceptar que toda creación auténtica es co-creación.
En este punto la creatividad se desacelera.
Aparecen los blancos.
Las pausas.
Los silencios fértiles.
Crear implica tolerar no saber.
Permanecer un tiempo en la ambigüedad.
Resistir la tentación de cerrar demasiado pronto.
Desde aquí comienza el camino.
No hacia la producción, sino hacia la presencia creadora.
