Creatividad, Misterio y Enigma: El Habitar del Creador
Lic. Carlos Churba
La Anomalía del Acto Creador
Hay algo en la creatividad que se resiste tenazmente a la
captura. A pesar de los esfuerzos de la neurociencia, la psicología cognitiva o
la teoría del diseño por cartografiar sus fronteras, el núcleo del acto creador
permanece como una anomalía. Podemos, ciertamente, describir procesos, nombrar
fases —del "insight" a la "elaboración"— y analizar las
condiciones materiales que favorecen el hallazgo. Y, sin embargo, cuando algo
verdaderamente creador acontece, siempre queda un resto. Un excedente de
sentido que se desborda. Algo que no termina de explicarse por la suma de sus
partes.
El Intento de Domesticación
Durante mucho tiempo, la cultura moderna intentó domesticar
la creatividad. En el altar del rendimiento, se buscó hacerla previsible,
eficiente y, sobre todo, productiva. Se intentó convertir el fuego de Prometeo
en una técnica de oficina, en un conjunto de herramientas de
"brainstorming" orientadas a resultados medibles. Pero la creatividad
auténtica es una fuerza indómita: no obedece del todo. Aparece cuando quiere,
se retira cuando se la acosa, e irrumpe con violencia donde no se la espera. Su
naturaleza guarda más afinidad con el misterio que con el control.
Problema vs. Enigma
Conviene entonces detenernos en una distinción sutil pero
decisiva, heredada de pensadores como Gabriel Marcel: no es lo mismo un
problema que un enigma.
El problema se resuelve. Se sitúa frente a nosotros como una
piedra en el camino que debe ser removida o fragmentada. El problema exige
rapidez, cálculo y una solución que, una vez hallada, lo anula como tal.
El enigma se habita. El enigma no es algo que esté
"fuera" esperando una respuesta; es una atmósfera en la que nos
sumergimos. No se trata de "solucionar" el enigma, sino de aprender a
convivir con él. El enigma pide demora, paciencia y una mirada larga.
La creatividad, en su núcleo más hondo, no trabaja con
problemas. Trabaja con enigmas. Se ocupa de aquello que no puede cerrarse sin
empobrecerse; de preguntas que no buscan una respuesta inmediata que las
clausure, sino la transformación del propio sujeto que pregunta.
La Ética del Respeto ante el Misterio
El misterio no debe entenderse como lo oculto por mera
ignorancia, como un dato que aún no hemos descubierto. El misterio es lo que se
resiste a ser agotado por el concepto. Es lo que, aun cuando se manifiesta y se
entrega, no se deja poseer del todo. Por eso el misterio no se conquista ni se
coloniza: se respeta.
Cuando la creatividad pierde su vínculo con el misterio, se
degrada en mera repetición o en "innovación" vacía. Produce sin
novedad interior, multiplica formas que brillan pero no iluminan. Puede ser
eficaz, incluso brillante, pero ya no transforma el mundo ni al creador. Se
vuelve una gimnasia de la inteligencia, pero pierde su alma.
El Creador como Escucha
En cambio, cuando la creatividad se mantiene en una relación
viva con el enigma, ocurre una inversión jerárquica: el creador ya no se coloca
por encima de lo creado como un arquitecto todopoderoso. Se coloca en relación
de escucha.
Crear, en este sentido, es:
Tolera la incertidumbre: Soportar la angustia de no entender
todavía lo que se está gestando.
Aceptar la expropiación: Reconocer que uno no es el dueño
absoluto del proceso, sino un mediador, un canal o un testigo.
La lentitud como resistencia: Recuperar el tiempo
cualitativo. El tiempo del misterio no es cronológico (chronos); es el tiempo
de la oportunidad y la maduración (kairos). No responde al apuro del
rendimiento ni al tic-tac del mercado.
Conclusión: El Tiempo de Gestación
El acto creativo reclama un tiempo de gestación que la
modernidad desprecia. Es un silencio activo donde el enigma trabaja en
nosotros. En última instancia, crear no es resolver un acertijo del intelecto,
sino permitir que el misterio nos hable, aceptando que, al final del proceso,
seguiremos sin saber del todo cómo es que esa luz ha llegado hasta nosotros.
