Resonancias del mundo: poetizar,
crealogar y escuchar
En un mundo
que tantas veces parece ensordecido por la velocidad y el ruido, Hartmut Rosa
nos invita a escuchar, no solo con los oídos, sino con la totalidad de nuestra
existencia.
Su concepto
de resonancia evoca la posibilidad de que el mundo no sea un objeto mudo frente
a nuestra mirada, sino una presencia viva capaz de hablarnos.
“El mundo se
vuelve capaz de hablar”, dice Rosa. Pero, ¿qué implica escuchar al mundo?
Quizás, como Adorno sugirió, signifique aprender a escuchar al viento: ese
susurro que no pide ser descifrado, sino sentido; una melodía que nos recuerda
que no somos los dueños del cosmos, sino parte de él.
Aquí es
donde nace mi idea de Crealogar, un acto que trasciende el mero crear para
convertirse en un diálogo con la existencia misma. Crealogar es abrirnos al
mundo no para imponerle nuestra voluntad, sino para recibir lo que tiene que
ofrecernos. Es una forma de co-creación donde no hay dominador ni dominado,
sino un intercambio constante de significados. (conversatorio con propósito
creador)
Pero este
diálogo no puede limitarse a lo funcional o utilitario. Para que sea pleno,
necesita la profundidad de lo poético. Mi concepto de Poetizar la vida es el arte de devolverle a cada momento su
misterio, de permitir que lo ordinario vuelva a brillar con la luz de lo
extraordinario. Es tomar lo que Rosa llama resonancia y darle forma, color,
textura.
Sin embargo,
esta apertura al mundo exige una renuncia: la renuncia a controlar. Aquí,
Marcuse nos ofrece una alternativa: una relación erótica con el mundo. No
erótica en el sentido reducido a lo sexual, sino como una actitud de entrega,
de escucha, de conexión.
En esta
relación, el mundo no es un recurso para explotar, sino un compañero para
descubrir. Se trata de habitar el mundo desde el deseo de comprender y sentir,
no de poseer.
Este camino
también lo trazó Martín Buber al hablarnos de la relación Yo-Tú. En oposición a
la relación Yo-Eso, donde el otro es reducido a objeto, Buber propone un
encuentro auténtico, donde el otro –persona, paisaje, idea– es visto y sentido
en su totalidad, sin filtros, sin expectativas.
Esta
relación exige una actitud de apertura radical: sin memoria, sin deseo, solo el
compromiso pleno con el momento presente.
Momento
presente, momento maravilloso como propone Thich Nhat Hanh
En este
tejido de ideas, se gesta una forma de vida que desafía los paradigmas de
dominio y control.
Resonancia,
crealogar, poetizar, escuchar al viento, vivir eróticamente el mundo,
encontrarse en el Yo-Tú. Todo converge en un llamado: dejar de ser espectadores
para convertirnos en participantes.
Es un camino
difícil, quizás porque requiere que renunciemos a tantas certezas modernas.
Pero también es un camino necesario, porque en cada acto de escucha, en cada
momento de encuentro, redescubrimos lo que significa estar vivos.
