Crealogar en la Psicoterapia

 Crealogar en la Psicoterapia

 Lic. Carlos Churba

 

La frase de Nietzsche "valorar es crear" resuena profundamente con el concepto de crealogar que vengo desarrollando: la capacidad de crear sentido desde y en la experiencia, especialmente en momentos de crisis existencial o vacío de significación.

Para Nietzsche, los valores no están dados de antemano. No hay un sentido "objetivo" que el ser humano deba descubrir, sino que la vida cobra sentido cuando el ser humano es capaz de crear valores, de afirmar la existencia incluso en medio del sufrimiento.

Este acto creador de valores es el máximo gesto de afirmación vital.

Desde el crealogar, entendemos que el sentido no se impone desde afuera ni se recupera simplemente del pasado.

El sentido se crea, se poetiza, se hace emerger desde una relación resonante con el mundo y con uno mismo.

Así, en lugar de buscar el sentido como algo perdido, el sujeto se convierte en creador de sentido: en medio del dolor, de la pérdida, de la incertidumbre, se abre la posibilidad de poetizar la vida.

El sufrimiento, entonces, no es algo que deba eliminarse a toda costa, sino que puede volverse materia prima para la creación de nuevos sentidos.

El dolor no se romantiza, pero sí se dignifica al darle un lugar dentro del proceso creador.

Aquí se abre un puente entre Nietzsche y una práctica existencial contemporánea:

Transformar el sufrimiento en creación,

El vacío en fuente,

La pérdida en apertura.

 

Aplicación del Crealogar en la psicoterapia: crear sentido desde el dolor

Desde una mirada clínica, el crealogar puede operar como brújula para acompañar procesos de transformación profunda, especialmente cuando los valores anteriores han perdido su sentido.

Pensemos, por ejemplo, en una mujer que atraviesa un duelo tras la muerte de su pareja. En lugar de orientar el proceso terapéutico hacia una supuesta "normalización" emocional, el terapeuta invita a habitar el dolor y a crear desde allí. No se trata de llenar el vacío con distracciones, sino de transformarlo en matriz creativa.

El espacio terapéutico se convierte entonces en un ámbito crealogante, donde se posibilita la emergencia de nuevos significados.

En este caso, la paciente construye un "altar de recuerdos vivos", un territorio simbólico donde el amor perdido se transforma en fuente de conexión, memoria y dirección.

La pregunta "¿qué valor tiene ahora mi vida?" no busca una respuesta externa, sino que convoca a crear una respuesta propia, vital, encarnada.

Aquí resuena con fuerza el eco nietzscheano: "Valorar es crear".

En el corazón del sufrimiento, cuando todo parece haber colapsado, se abre la posibilidad de una creación radical.

El dolor no se elimina: se transfigura. Y en ese gesto creador -profundo, íntimo, resonante- se activa la potencia existencial del crealogar.


Otro rostro del duelo: el crealogar tras una separación amorosa

No todos los duelos tienen que ver con la muerte física.

La ruptura de una relación amorosa también puede implicar la caída de un mundo de sentido. Un joven de 30 años llega a terapia tras una separación significativa.

Se siente desorientado, fragmentado. "Todo lo que proyectaba con ella ya no existe"

En lugar de buscar un alivio rápido o un reemplazo emocional, el terapeuta propone un giro: no se trata de "superar" la separación, sino de crear sentido a partir de ella.

En el proceso terapéutico se trabaja con escritura autobiográfica: el joven redacta fragmentos de su historia emocional, da nombre a sus pérdidas, reconoce los ideales proyectados, y comienza a crear una nueva narrativa de sí mismo, donde la relación pasada no queda anulada, sino integrada como capítulo fundante.

Además, se lo invita a diseñar un "ritual de cierre simbólico", una acción estética y personal -una caminata, una carta, una acción poética- que marque el pasaje hacia una nueva etapa vital.

Así, el duelo deja de ser un estancamiento para convertirse en movimiento creador.

El joven no reconstruye simplemente lo que fue, sino que crea un nuevo suelo simbólico desde el cual vivir, amar y proyectarse. Se desliga del ideal del "yo restaurado" para habitar el "yo en devenir", en permanente creación.

Esta praxis encarna el corazón del crealogar: no hay vida plena sin la potencia de recrearse.

Nietzsche vuelve a decirnos, entre líneas: solo quien ha sido capaz de perderse, está en condiciones de inventarse.